sábado, 16 de mayo de 2015

Cinco hermanas (1-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


PRIMER ACTO

Salón de una casa. A la izquierda, un sillón y una mesita delante; a su lado, una mesa redonda con cinco sillas y un mantel doblado encima. Detrás de la mesa hay una puerta que conduce a la habitación del padre. A la izquierda de esta, hay otra puerta en tres cuartos hacia el público (puerta de la cocina). Una puerta más, la de la calle, se encuentra entre la mesa redonda y el sillón. EMILIA está sentada en el sillón, frente al público, con la mirada perdida, silenciosa, manos sobre las rodillas. Da varios suspiros. A lo lejos se van oyendo voces.

Abre el diálogo ÁNGELA, la más joven de las hermanas, muy nerviosa y un tanto triste y tímida.

ÁNGELA. Pues a mí me gustan más los churros que las porras… No, no pienso comer ninguna de esas porras que habéis comprado.

La siguiente, JUANA (la segunda de las hermanas después de EMILIA) comienza a hablar antes de entrar y continúa tras abrir la puerta.

JUANA. No te preocupes, ÁNGELA, si no te habíamos comprado ninguno. (Abre la puerta y entran las cuatro en escena. JUANA lleva en sus manos una bolsa con porras).

ÁNGELA. P… pero si habéis comprado cuatro. Uno para ti, otro para MARÍA, otro para CONCHI y… y otro para mí. (Cuenta con los dedos, muy concentrada). Fa… falta EMILIA. (Todas miran a EMILIA. Esta no hace ni un gesto, sigue con la mirada perdida).

CONCHI. EMILIA no cuenta, cariño. El cuarto es para papá. Voy a preparar el café. (Sale de escena por la puerta de la cocina). CONCHI, la tercera de las hermanas, es la más coqueta. Se maquilla mucho. Presumida. La típica que cree que no envejece. Es casi todo lo contrario a ÁNGELA.

ÁNGELA. Y… y ¿por qué no cuenta, eh? (Se acerca al sillón y se sienta en el brazo de este, pasando uno de los suyos sobre los hombros… pero sin tocarla). ¿Por qué siempre la tratáis tan mal? ¿N… no veis que está muy viejita y enferma? (Le pasa la mano por la mejilla sin llegar a tocarla).

JUANA deja los churros encima de la silla. Coge el mantel, ayudada por MARÍA. Cuando ÁNGELA dice eso, las dos se detienen a medio poner el mantel, y las miran.

MARÍA. (En un susurro a JUANA sin retirar la mirada) Pues yo creo que EMILIA está fingiendo, quiere que sintamos pena por ella.

JUANA. (Habla sin hacer caso al susurro). ¿Que nosotras la tratamos mal? ¿Y tú qué?...

ÁNGELA. (Asustada, confusa). ¿Yo?

JUANA. Sí, tú. Fíjate, ni siquiera la tocas. (Terminan de colocar el mantel).

MARÍA suelta una risilla.

ÁNGELA. (Indignada e irritada se levanta de golpe con un grito ahogado). ¿Cómo puedes decir eso? Sabes lo de mi enfermedad. Sabes que soy incapaz de tocar a otras personas. M… me dan escalofríos, repelús.

JUANA. ¿A eso llamas enfermedad?...

MARÍA. Yo creo que es mentira, creo que está fin…

JUANA. … Sí, crees que está fingiendo. (Volviéndose hacia MARÍA). Tú crees que todo el mundo está fingiendo.

MARÍA entorna los ojos y mira alrededor durante unos segundos mientras JUANA sigue hablando hacia ÁNGELA.

JUANA. Lo que te pasa es que estás loca. Estás obsesionada con los gérmenes.

Rápidamente, casi cortándola.

ÁNGELA. No es obsesión. La piel humana contiene…

JUANA. Sí, sí, lo que tú digas ÁNGELA.

ÁNGELA se calla, se cruza de brazos, y sale de escena por la puerta de la cocina a la vez que entra CONCHI con la bandeja de cafés.

ÁNGELA. Me voy a por mis galletas. ¡No es una obsesión! (Antes de salir del todo y levantando el dedo índice de una de sus manos).

CONCHI. Sí, lo es.

ÁNGELA. (Desde la cocina) ¡No lo eees!

CONCHI. (En un susurro) Sí, lo es. (Deja la bandeja en la mesa).

Se sientan las tres.

CONCHI. Seguro que no ha estado con ningún hombre. ¡Qué triste!

ÁNGELA. (Desde la cocina y desesperada). ¡OS ESTOY OYENDO!

JUANA. A diferencia de ti, ¿no? (Dirigiéndose a CONCHI)

CONCHI. Pues sí, a diferencia de mí. (Levanta la barbilla con orgullo y va repartiendo las tazas).

MARÍA. ¿A sí? ¿Con cuántos hombres has estado? (Entorna los ojos).

CONCHI. ¿De verdad quieres saberlo? (Con una sonrisilla)

MARÍA asiente con la cabeza firmemente.

CONCHI se le acerca al oído y susurra algo.

MARÍA abre los ojos de par en par, alarmada, y los entorna de nuevo.

MARÍA. Mentira.

CONCHI se encoge de hombros conforme coge una porra.

JUANA. (Mirando las tazas —cinco—). ¿Le has hecho café a EMILIA?

CONCHI. Sí, he pensado que le podría apetecer.

Las tres se vuelven hacia la mujer.

JUANA. (A voz en grito). ¿EMILIA, quieres tomar café?

Sin respuesta. EMILIA no se mueve.

CONCHI. Sorda como una tapia.

MARÍA. ¿Seguro?

JUANA. Se lo pondré encima de la mesilla; que haga lo que quiera. (Se levanta y se lo deja encima de la mesa). Aquí te dejo el café, sorda. (Vuelve a sentarse).

En ese momento llega ÁNGELA con las galletas y una servilleta. Se sienta, limpia su taza con la servilleta, y comienza a desayunar.

ÁNGELA. ¿Qué miráis? ¡No me miréis, dejadme en paz!

Todas empiezan a comer las porras y a beberse el café.

ÁNGELA. Que sepáis que esto que estamos haciendo me parece de muy mala educación.

JUANA. ¿A qué te refieres?

ÁNGELA. (Señalando con gesto de evidencia la mesa). A esto, a desayunar sin esperar a papá.

MARÍA. Papá dijo que le esperásemos aquí y que desayunásemos si queríamos, ya que hasta las doce de la mañana no saldría de su habitación para revelarnos su decisión.

ÁNGELA. Ya, pero de todas form…

MARÍA. Por cierto, ¿qué hora es?

Todas se miran la hora en sus respectivos relojes de muñeca.

A CORO. Las doce y media. (Se centran en el desayuno, se detienen, se miran con los ojos como platos). ¿¡LAS DOCE Y MEDIA!?

ÁNGELA. ¿Por qué no ha salido todavía papá?

Se vuelven a mirar, tensas. Un inquietante silencio envuelve el escenario.

EMILIA mira la taza de café, la coge, la huele, pone cara de asco y la deja con un fuerte golpe.

Ahora las demás miran hacia la puerta de la habitación del padre. Todas se levantan a la vez. Al ir hacia la misma puerta, se chocan entre ellas.

ÁNGELA. ¡Ahhh, me habéis tocado, me habéis tocado! (Repitiéndolo varias veces. dando vueltas por el escenario mientras se limpia los brazos y todo el cuerpo).

JUANA se recupera del golpe y se dirige hacia la puerta seguida de las otras dos, en fila (JUANA, CONCHI y MARÍA), cada una con sus manos sobre los hombros de la que tiene delante y medio escondidas.

ÁNGELA continúa gritando.

ÁNGELA: ¡Me habéis tocado, me habéis tocado!

EMILIA mete un dedo en la taza, lo chupa, y pone cara de asco, pero aún así, comienza a beber de un trago el café.

JUANA abre la puerta, mira en el interior.

JUANA. ¡AAAAAAAAAAH!

Las otras dos miran.

CONCHI Y MARÍA. ¡AAAAAAAAAAH!

ÁNGELA deja de dar vueltas. Se calla.

ÁNGELA. ¿Qué pasa?

JUANA. Pa… papá está… está muerto… ¡LE HAN ASESINADO!

ÁNGELA se desmaya, desplomándose en el suelo.

EMILIA termina de beberse el café, y con cara de asco, lo deja en la mesa.

EMILIA. ¡Vaya mierda de café!

TELÓN.



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